¿Estarás enojado para siempre?
¿Arderá tu celo como fuego?
Derrama tu ira sobre las naciones que no te conocen,
Y sobre los reinos que no invocan tu nombre.
Porque han devorado a tu pueblo
Y han asolado su morada.
¡Oh, no te acuerdes de las iniquidades pasadas contra nosotros!
Que tus tiernas misericordias vengan pronto a nuestro encuentro,
porque hemos sido humillados.
Ayúdanos, oh Dios de nuestra salvación,
por la gloria de tu nombre;
y líbranos, y provee expiación por nuestros pecados,
Por amor de tu nombre.
¿Por qué han de decir las naciones:
«¿Dónde está su Dios?»
Que se conozca entre las naciones a nuestra vista
La venganza de la sangre derramada de tus siervos.
Que el gemido del prisionero llegue ante ti; conforme a la grandeza de tu poder, preserva a los condenados a muerte;
y devuelve a nuestros vecinos siete veces más en su seno,
El oprobio con que te han injuriado, oh Señor.
Así nosotros, tu pueblo y ovejas de tu prado,
te daremos gracias eternamente;
Proclamaremos tu alabanza por todas las generaciones.
¡Aleluya!
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