La resurrección del cuerpo es una verdad bíblica bendita que a menudo se pasa por alto o se malinterpreta. El hombre es un ser tripartito: mente, alma y cuerpo. Si bien nacemos muertos en nuestras faltas y pecados, nuestro espíritu humano resucita y cobra vida en el momento de la salvación. Después de la salvación, a lo largo de nuestro caminar cristiano, nuestra alma se renueva mediante la santificación práctica, conformándose gradualmente a la imagen y semejanza del Señor Jesús, día a día, a medida que crecemos en la gracia y maduramos en la fe. Un día, seremos como Él, reflejando su vida hermosa, eterna y justa en todos los sentidos. Lo veremos tal como es.
Nuestros cuerpos también cambiarán repentinamente, en un abrir y cerrar de ojos, al son de la última trompeta. Los muertos en Cristo resucitarán incorruptibles y los vivos serán arrebatados con ellos en las nubes. Somos salvos en mente, alma y cuerpo. Pero solo hay una salvación fundamental.
La salvación ocurre cuando nacemos de nuevo en la familia de Dios, quien nos asegura nuestra salvación en mente, alma y cuerpo.
Nuestra justificación, santificación y glorificación se confirman en Jesucristo, nuestro Salvador.
Si bien la salvación nos abarca —espíritu, alma y cuerpo—, la Biblia menciona dos resurrecciones:
1) La resurrección de los justos y 2) la resurrección de los malvados.
- a) la resurrección de los salvos y b) la resurrección de los no salvos.
- c) la resurrección de los santos y d) la resurrección de los condenados. Las personas salvas y no salvas resucitan, pero sus destinos eternos son muy diferentes. El destino del creyente es la vida eterna, establecida en la cruz del Calvario, y se hace realidad mediante la fe. Por el contrario, el destino de los no salvos se sella en el juicio del Gran Trono Blanco, donde enfrentarán la segunda muerte.
La Biblia explica e identifica estos dos tipos de muerte. Todos experimentamos la primera muerte, que es la muerte física, pero solo quienes forman parte de la segunda resurrección, la resurrección de los impíos, enfrentarán la segunda muerte. Son los incrédulos, que no confiaron en Cristo para su salvación, quienes forman parte de la segunda resurrección y enfrentarán la segunda muerte.
Jesús fue el primer hombre en probar la muerte, y mediante su muerte, derrotó el poder de la segunda muerte sobre todos los que creen en su nombre. Habiendo derramado su preciosa sangre por nuestra redención, resucitó de entre los muertos en un cuerpo de carne y hueso. Jesús fue la primicia de la resurrección y todos los que confían en él participarán en la primera resurrección, con un cuerpo de carne y hueso. La segunda muerte no dañará a quienes forman parte de la primera resurrección.
Iglesia Universal del Dios Viviente
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